Las noches improvisadas con café y pan de la tiendita.
La seguridad de tener quien me aliente en mis impulsos, que ría conmigo sin control, que me cuente sus historias, de burlarme, de burlarnos todos de todos, de hacer planes para el fin, de que me pinten mis ojos muy chingón, de no salir sola en las fotos, de esa cosa tan necesaria que es la confianza, de tener a quien darle aventón después a su casa y cantar una canción en mi auto. De esas cosas que te hacen querer quedarte en la ciudad, de tener todavía amigos verdaderos.
Casa de César.
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