Me la regalaron cuando yo estaba recién operada, hace dos años.
Nadaba en el fondo de un florero con unas flores bonitas que me trajeron, se movía de un lado a otro, mientras que yo no podía ni pararme.
Ahora yo tendría que cuidarla, siendo que era yo a quien cuidaban en la casa.
Creció super rápido.
Se perdió un día en el jardín inundado por la tormenta y sobrevivió.
Esta vez pensé que librarías el ataque del perro, pero creo que la medicina y el calcio fueron en vano, lo siento.
Pensé que serías una de esas tortugas que viven como 20 años y crecen un chorro.
Sí, ya sé que a las tortugas no se les quiere como quizá quiero a mis perros, no hay interacción, ni lamidas en la cara, no creo que las tortugas sepan qué pedo con la vida ni con lo que pasa fuera de su pecera.
Pero a esta yo la quería, era especial.
Ojalá hubieses cicatrizado bien,
como yo, cuando tú llegaste.
Obvio no iba a poner foto de su cadáver.
Aquí Emmanuel jugando con Agustina, en mi cama.
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